Huyendo del mundo (Rose)

Necesitaba salir de la casa Ozzera. Ver a Kostia e Isabrella me ponía de malas. A veces quería ser tan valiente como mi amigo, por lo menos él tenía algo más que sólo el rose de su cabello, él la abrazaba todo el tiempo, le tomaba de la mano... tenía algo.

Me sentía frustrado, quería regresar a donde estaba Rose y abrazarla al menos. Confortarla por todo lo malo que yo sabía que le pasaba, por lo de la chica moroi que la molestaba. Pero no podía, no era tan valiente o tan indiferente a nuestras costumbres. Mi lugar estaba cuidando a la princesa Dragomir y sentirme atraído por Rose sólo entorpecería mi trabajo.

Me dejé caer sobre el cesped, detrás de unos arbustos, donde nadie me pudiera ver, y cerré los ojos para que los primeros rayos del amanecer no me molestaran. Respiré el fresco aroma de la mañana y me pregunté, por primera vez en mi vida, por qué no había nacido como un humano normal.

Dios, si es que existía, se burlaba de mí en mi cara. Rose me había caído literalmente encima. Soltó una maldición y reclamó mi lugar de descanso. No pude evitar soltar una carcajada, de pronto parecía vulnerable.

Nos habíamos echo un lío de miembros humanos intentando extenderse y zafarse del otro. Cada movimiento del otro lo único que lograba era juntar más nuestros cuerpos. Sentir su calor me ponía la piel de gallina.

- Rose- me quejé un poco- Espera- ella parecía particularmente ansiosa por librarse de esto.

Tragué con dificultad cuando mi cuerpo quedó sobre el de ella, no supe cómo pasó, pero de pronto ahí estaba. Y esa posición era peligrosa. Despertaba en mí emociones que quería reprimir.

- Hola Rose- murmuré embelesado. No es que no hubiera notado antes su belleza, es que hasta ese momento la vi posible.

Una inevitable sonrisa se ensanchó y jugó con las comisuras de mis labios.

Recorrí su rostro con la mirada, memorizándolo, ya que sería lo único que tendría de ella. Sus ojos oscuros e inteligentes, algo retadores e inquietantes, con pestañas pobladas. Su nariz pequeña, no respingada como la que proporcionan las cirugías, sino simplemente normal, de una belleza natural.

Y su boca...

Sus labios que me pedían a gritos que la besara. Que los mordiera ligeramente para disfrutar de su sabor.

Me estaba volviendo loco, con su cuerpo debajo del mío, cálido e incitante. Sin embargo, no me moví de donde estaba.

Se mordía el labio, como siempre lo hacía cuando estaba nerviosa. Apreté los dientes para no besarla y que mis labios ocuparan el lugar de sus dientes. ¡Dios! ¿por qué me pasaba eso con ella y justo en este momento? Durante mi juventud había tenido relaciones con chicas, era como cualquier otro, pero ninguna me había atraído en la misma manera que Rose, con ella era algo más... siempre con Rose era algo más.

No me quería quitar de donde estaba, me grité mentalmente un par de veces que debía hacerlo, pero igual no lo hice.

Mi rebelde mano siguió su propio camino, lejos de el sentido común y mis órdenes. De pronto mis dedos tocaban su labio, de manera que hicieran que dejara de morderlo. Era suave, muy suave contra mis yemas. Quemaba, pero no era ese tipo de quemazón dolorosa que produce el fuego, era algo apetecible, algo de lo que siempre querrás más.

Quitó mi mano de sus labios, sus dedos dejaron una marca sobre mi piel, haciendo que me estremeciera. Por un segundo pensé que me diría algo a su estilo como :"Yo no salgo con abuelos". Pero las cosas no se dieron así.

Al siguiente segundo tenía sus labios en los míos. Quemando. Saciando esa necesidad de Rose que se había venido acumulando dentro de mí luego de todas esas sesiones de entrenamiento donde su tenso cuerpo iba y venía cerca del mío.

Apreté mi cuerpo más sobre el de ella (si es que eso era posible), y respondí a la necesidad de Rose, probando por primera vez sus maravillosos labios y el aroma de su piel Mis dedos juguetearon un poco en su cintura para luego subir a su cabello que siempre me había encantado. Entrelacé mis dedos en los sedosos mechones marrones, atrayéndola por la nuca más cerca. El aire me faltaba, pero no me importó demasiado, quería más de ella.

Me perdí en un mundo donde sólo estábamos nosotros dos, en ese beso. Y entonces recordé que yo era guardián, y me aparté de ella a regañadientes.

Me atrajo hacia sí de regreso, para besarme una vez más. Supongo que nunca antes agradecí su terquedad hasta ese momento. Y si que lo agradecía. Quería más de Rose, quería todo de ella.

Debía rechazar ese beso, sabía que debía hacerlo, pero mis acciones en lo que a ella respecta raramente estaban acordes a mis deberes. Volví a besarla, con la misa intensidad y necesidad. Habría matado por estar siempre en ese momento. Sobre todo cuando recordé que estabámos detrás de unos arbustos y nadie podía vernos.

Seguiría besándola cuando tiempo fuera necesario hasta deshacerme de esta tensión hacia ella, el único problema era que cada ver quería más y más.

Rodé sobre mí mismo, atrayéndola. Al final ella quedó sobre mi. Eso era perfecto, porque me daba oportunidad de acariciarla, de bajar mis manos hasta su cintura y atraerla un poco más.... como si hiciera falta.

Esta vez no iba a retirarme, me sentía protegido al resguardo de los arbustos. Si el mundo iba a explotar, que lo hiciera ahí mismo, no me importaba.

Alguien tenía que ser el maduro, yo lo sabía, Rose lo sabía y los dos ignorábamos olímpicamente esta certeza. Me dejé llevar por el ritmo de sus labios, de sus caricias que dejaban marcas en mi piel. Ni hablar de cuando su lengua se deslizo por mi labio, fue la gota que derramó el vaso en mi control.

Me sentía feliz como pocas veces antes, ahí tirado, con Rose sobre mi....Rose, mi alumna. Y la realidad cayó sobre mí.

La aparté con calma, sosteniendo su cara en mis manos y con el mayor dolor de mi alma.

- Basta Rose- imploré abatido.

- No hay nada de qué disculparse- le dije sinceramente- Sólo que no se vuelva a repetir, ¿bien?

Ella se había alejado lo más que le fue posible de mí, se rodeó las rodillas con las manos y temí que se fuera a echar a llorar, sobre todo porque yo podría consolarla, no ahora que estaba tan susceptible a su contacto. Sabía que sólo un rose era suficiente para regresara a lo que estábamos.

- ¿Estás bien?- le pregunté, recordando de pronto que se había caído sobre mí, y que sólo esa caída fue necesaria para desencadenar todo esto.

Una parte de mí quería que estuviera ligeramente herida en algunas zonas sólo para tener un pretexto para tocarla de nuevo.

Asentí con la cabeza, momentáneamente sin habla. Tenía la boca seca... quería besarla de nuevo y mi cabeza estaba echa un lío.

Noté que se había echo daño. Tuve que esperar a calmarme lo suficiente como para saber que no repetiría la escena y acercarme. Lo hice con calma, lentamente para medir mi fuerza de voluntad, para estar seguro que no volvería a besarla.

- Déjame ver- le pedí, pero parecía reticente a dejar que yo la tocara.

- Estarás bien- coincidí a la vez que asentía con la cabeza.

Me desplomé a su lado, sintiendo por alguna extraña razón que había corrido todo un maratón. Además las manos me escocían al igual que todas las partes que fueron rosadas por sus manos. Quería repetir la escena, pero no podía.

- Escuché a Eddie Castile que salías con Adrian Ivashov- comenté como quien no quiere la cosa. No lo había escuchado de Eddie, de hecho no lo había oído de nadie, pero quería una respuesta, además de que ese comentario nos anclaría a ambos al mundo real.

Me dolió su comentario. Una parte de mí, la racional, quería que ella lo admitiera. Necesitaba que Rose no estuviera a mi alcance, de lo contrario podían pasar muchas cosas... muchas.

- Me alegro- admití- Ese chico no es bueno para ti- y para nadie, quise agregar- Lo mejor es que salgas con otra clase de chico, alguien menos... peligroso. Alguien de tu edad.

Esperaba que las palabras implícitas llegaran a ella de una forma suave, al fin y al cabo no quería lastimarla, eso nunca.

Celos. Si, era exactamente eso. Estaba celoso de Adrian Ivashkov. Me prometí mentalmente nunca más burlarme de Kostia por estar celoso de él. Ese chico comenzaba a ser un verdadero fastidio, su nombre saltaba en todos lados a la menor provocación.

Me puse en pie luego de ella, se le notaba furiosa, parecía que mi comentario no había sido recibido como yo esperaba. La tomé por los brazos, de pronto se estaba sacudiendo el short con demasiada fuerza. La electricidad saltó entre nosotros al momento y me fue difícil ignorarla, pero lo logré.

- De verdad, Rose, él no te conviene- le dije seriamente. Si bien no podíamos estar juntos, no significaba que no me importara lo que le pasara.

Su comentario me dolió, y mucho. De hecho no pude contener la mueca de tristeza que surcó mi rostro. En su mayor parte se debía a que tenía razón, yo no le convenía. En cierta forma, estar conmigo era mucho más peligroso que estar con Ivashkov. Eso me dolió todavía más.

- Tu no entiendes- me pateé mentalmente. Necesitaba, pronto, dejar ese tono triste, antes de que ella se diera cuenta, aunque probablemente era muy tarde.

Ella no comprendía todo lo que había en juego, mucho menos entendía que yo quería ser bueno, seguro para ella. Pero no lo era. Habría dado cualquier cosa por serlo. Y entonces volvió a morderse el labio, los recuerdos saltaron a mi mente como impulsados por un resorte. Me acerqué un poco más a ella.